jueves, 4 de marzo de 2010

TERREMOTO EN EL SUR

Lic. Oscar Calmet Altamirano
RR.PP - UNH


Un Sismo de 8.9 grados golpeó violentamente el país sureño de Chile causando hasta el momento 800 muertos, cientos de damnificados y miles de dólares en pérdidas. Un desastre provocado por el movimiento de las placas en la corteza terrestre que nos recuerdan la fragilidad de la condición humana y de sus estructuras. Un desastre que nos recuerda nuestra calidad de inquilinos en un planeta que nos fue encargado y que está en constante cambio.


Pero también debe hacernos meditar en dos cosas fundamentales:

Primera: ¿Debemos ser solidarios con nuestros eternos enemigos? Yo creo modestamente que si, primero para demostrar nuestra calidad humana como vecinos y hermanos latinoamericanos y luego, para inyectar un antibiótico emocional que intente sanar heridas que hasta el día de hoy supuran rencores y rivalidades insalvables entre ambas naciones.

Segunda: ¿Cómo, estamos preparados para enfrentar un sismo de tales magnitudes? La respuesta es obvia, NO. Vivimos en un país hecho en base a la informalidad, la criollada y la viveza del más pendejo.

Miremos el caos que se observa en el día a día en las pistas del país, los resultados se obtienen a simple vista con la cantidad de muertos por combis asesinas, autobuses camión y choferes sobre explotados que se duermen sobre sus timones. Otro ejemplo, la venta indiscriminada de licor sin restricciones de ningún tipo. Lo que importa es vender y obtener mayores ganancias sin preocuparles a las empresas quien consume sus productos ¿o dime tu si no es cierto que cuando se te acaban las chelas envías a tu hijo de 10 años con la bolsa llena de botellas para que te traiga más licor? Y la “tia” de la esquina se las vende sin ningún problema. En algunas provincias del interior pululan las “chinganas” cerca a las universidades, institutos y hasta colegios donde se expenden licores hechos a base de alcohol metílico. ¿Y la autoridad? En una mesita “caleta” “arreglando” con los dueños para evitar el cierre del local.

Así vivimos los peruanos en el Perú. Un país sin reglas, donde la vida vale veinte céntimos por los cuales un cobrador de combi te asesina impunemente. En este país donde se disminuye las cantidades de materiales en las construcciones para “ganarse con alguito” y autoridades tramitadoras gobiernan las instituciones públicas entrampando burocráticamente proyectos que podrían mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos.

Un sismo de magnitud ocho terminaría con la mitad de la población de Lima, que sucumbirían bajo los escombros de edificios y casas construidas con ladrillos a medio cocer. Deslizamientos de cerros de arena en los cuales se han levantado barriadas enteras o callejones tugurizados abiertos en casonas virreinales que jamás recibieron alguna reparación o adecuación. Miles de incendios a causa de conexiones clandestinas y cientos de aplastados en centros comerciales sin puertas de escape.

Un sismo igual al de Chile dejaría enlutado un país informal con saqueos inmediatos y delincuencia que asaltaría sin reparos hasta los mismos muertos del desastre.
¿Cuándo saldremos de esta forma de vida? Un día Señor Vallejo, un día cuando nos levantemos y dejemos de ser peruanos en el Perú y nos comportemos como peruanos en el extranjero.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola espero que estes reflexionando mucho, de tus malas actitudes