miércoles, 30 de mayo de 2012

LA FIESTA DEL TORO PUKLLAY EN HUANCAVELICA

Por: Manuel S. Breña Martínez
En las primeras noches del mes de mayo se escucha desde algún extremo de la ciudad, el sonido mágico y penetrante de un  Waqra Puku, haciendo eco en los majestuosos cerros, anunciando así el tradicional Toro Pukllay. Las celebraciones de Pentecostés comienzan en honor a la sagrada cruz que hizo vibrar al mundo entero, cuando Jesús fue alcanzado por la muerte con sus alas negras y le imprimió  el beso doloroso y frío en el santo madero, la adorada cruz de la redención,  que con su imagen en iglesias y capillas, a la vera de los caminos y coronando la cima de los cerros que ciñen Huancavelica: Cruz Pata, Cruz de Potoqchi, Cruz del Espíritu Santo, Cruz de Oropesa, Cruz de Balcón Pata, Cruz de San Antonio, Cruz de Calvario, Cruz de Puyhuán, Cruz de Soltera, Cruz del Viajero, nos bendice, nos protege del mal y expresa muy claro el profundo arraigo de la fe cristiana en esta ciudad andina, la Villa Rica de Oropesa.

En el tiempo de pascua campea en la cima del cerro, el Qollqe Toro resplandeciente, embistiendo con pitones agudos a los intrépidos e improvisados toreros que se lanzan al pequeño ruedo con pañuelos o ponchos; y, finalizada la corrida, los Pitureros ejecutan marcha regular (procesión) y la muchedumbre con cánticos y oraciones desciende la hermosa cruz en hombros por un camino serpenteante, iluminados por las débiles luces de las velas que a veces son azotadas por las alas del viento; se hacen varios descansos antes de llegar a sus pintorescos barrios, donde acogen a la milagrosa imagen sus moradores con su inquebrantable fe, elevan plegarias al divino redentor y acompañan infatigables por la fe hasta llegar a la casa de los mayordomos y velar en un altar a la Santa Cruz.
 
¡¡¡¡Llegó la fiestaaaa!!!!!! El Tren Macho anuncia su llegada con el sonido ensordecedor de su pito, todos corren alborotados a la estación del ferrocarril y los cohetes irrumpen el límpido cielo huancavelicano,  el ambiente se atiborra de algarabía con la llegada de las cuatro bandas que representan a los barrios de Yananaco, San Cristóbal, Santa Ana y el distrito de Ascensión, sus capitanes enarbolando el bicolor patrio encabezan a los Pitureros y los extraordinarios Waqra Pukus que vienen de las comunidades campesinas con melodías ancestrales, luego comienza un contrapunteo musical mientras alguien entre la multitud sirve y dice: ¡¡chicha para todos!! Los mayordomos con toda su familia ataviados con trajes típicos huancavelicanos, rodeados de guapas villenitas de cintura delgada, hacen gala de sus lujosos vestidos y sombreros de paja; después los mayordomos con toda su comitiva se desplazan por las principales calles de la ciudad, a su paso bulle la gente embargada por el fuego de la emoción que se apodera de sus corazones, las lágrimas discurren en los rostros alborozados hasta llegar a la iglesia de su barrio y  saludar a la sagrada cruz.

En la noche, luego de la llegada, el Qarawi* y los Waqra Pukus hechizan la plaza principal que luce más repleta que nunca, la gente va y viene, en seguida las bandas llegadas de lejanos lugares ejecutan lo mejor de su repertorio para deleite del exigente público huancavelicano que pifia o celebra según su caprichoso criterio, luego, el veredicto final del jurado desata las celebraciones del barrio ganador, mientras el resto de los barrios, muchas veces disconforme, se retiran a sus barrios a continuar la fiesta aguardando el amanecer.
 
La ciudad despierta con el estruendoso “albazo” en cada barrio, con la quema de cohetes, bombardas, con el toque de diana por las bandas de músicos; las pandillas alborozadas se agolpan en plazas, calles y van bailando en rondas o en columnas como una gigantesca serpiente al compás de los pitureros y bandas de músicos que amenizan con dulces huaynos, pasacalles, marineras y el famoso e infaltable Toro Toro, degustando el rico quemadito aromatizado con hierbas medicinales.

La fría noche ve teñirse de mil colores el argentado firmamento, las bombas japonesas con sus luces compiten en belleza con las estrellas, al tiempo que suenan bombos, platillos y trompetas acompañando a los castillos y toritos  encohetados que alegran a todos en la víspera y el Toro Velay*. El eco de los Apus repite el estruendo de los cohetes, el pueblo baila bajo los castillos hasta que raye la aurora. 

El día central, al despuntar el cielo azul de la amada Huancavelica, las campanas de la ciudad tañen con alma de hierro llamando a toda la feligresía a misa  y después sale la solemne procesión de la sagrada cruz, recorre las calles, dejando a su paso la bendición en los humildes corazones que la contemplan; muchas familias, en las puertas de sus hogares, erigen altares con gran devoción y amor a nuestro señor crucificado.

En los parajes huancavelicanos se ve a los aficionados, obligados y a los afamados Toro Chutaq quienes embargados por la euforia y el valor que les da el Waqaycholo*, haciendo gala de su indumentaria matizada de colores y montados en sus briosos caballos, enlazan a los mejores cornúpetas que van resollando por su bravura hasta la plaza de toros de Huancavelica listos para la faena taurina.

Sol, sangre, arena y un bello pasodoble se conjugan en la tarde, se oyen gritos en todas las direcciones y el diestro, airoso, extiende la capa ante el brinco del miura bravío y vertiginoso ¡¡¡¡Ole!!! ¡¡¡Ole!!! ¡¡¡Ole!!!, retumba la plaza el grito general; el obligado, cerveza en mano, presa de la euforia y saltando al ruedo grita ¡¡¡ Mi toro carajo!!! Sigue el grito general, al compás de un “Gato Montés” andaluz hasta que el torero pueda agotar las fuerzas del animal y enterrar la espada sobre el palpitante lomo de la brava res, ¡¡ Enhorabuena mata’oor!!

Después de la corrida la banda libera de sus instrumentos bruñidos las notas del tradicional Toro Toro y baila contagiante la multitud, con Wallqas* en los cuellos blandiendo su caña quinto, llevando con orgullo el nombre de su querido barrio o distrito y que la tradición pudo llamarles  cariñosamente a los de Yananaco (Botón Kutichis) a los de Ascensión (Weqas), a los de san Cristóbal (Moqos) y a los de Santa Ana (Chukchu qala Capitán)

 La fiesta va concluyendo con la corrida del Qollqe toro y se lleva la procesión cuesta arriba por sinuosos caminos hasta llegar a la cumbre de la ciclópea montaña y dejar la adorada cruz, todos se despiden de ella con profundo dolor y pena, se oyen algunos sollozos y frases entrecortadas en Runa Simi: ¡Watankama Taytallay! *, la concurrencia desciende enlutada por la noche, el viento trota como caballo encabritado agitando el  suave paño que envuelve la imponente cruz, la luna y las estrellas dibujan con sus rayos plateados la silueta del rostro doloroso del Mártir del Gólgota; el divino redentor con su sempiterna mirada protege la ciudad mientras tanto se oye el arrullo de los ríos Ichu y Disparate y a lo lejos en las calles se van perdiendo los últimos acordes musicales y las voces de espontáneos cantores que van  entonando huaynos tradicionales, diciendo:Adiós nillaway Villa de Oropesa  kay sonqullaypi siempre apasqayki, ripukuchkani pasakuchkaniña kay tren machuwan taq raq, taq raq nispa…” *

Huancavelica, Fiesta del Espíritu Santo del 2012.